Al día siguiente, cuando Matt; cartera en hombros terminó de bajar los escalones de su piso con un mohín de tedio y asco. No tardo más de unos segundos en cambiar su cara de rutina y monotonía a una más dinámica y alegre.
A fin de cuentas la ocasión lo merecía, bien pensado Larissa no era tan mala, y era poco probable que fuera una psicópata 1. ¿No había sido ella alguien que le ayudo a levantarse? ¿No había sido ella alguien quien no lo golpeo por primera vez en el instituto?
Visto así, se podría considerarla como alguien cercana a la amistad. Mejor dicho, se podría considerar a Larissa como su mejor amiga... Perspectiva que aunque no le agradaba excesivamente al chaval, le animo a abrir la puerta del portal, deseoso de encontrarse con su nueva amiga.
El chasco que se tuvo que llevar al no ver a nadie en su puerta tuvo que ser monumental. La cara de desilusión fue épica. Paso en un instante de estar imaginándose un noviazgo con la muchacha y pasar el resto de su vida juntos 2, a imaginarse pasando el resto de su vida insultándola o en el cementerio.
El caso es que el ibuprofeno 3 debería estar haciendo efecto. Porque al rato las neuronas del chico se encontraban trabajando afanosamente reconstruyendo sus fantasia. Lo que resulto en un empanamiento tal que a su vez desencadeno en que la vecina octogenaria del cuarto regase a Matt con la tierra de sus geranios y lo humedeciera con la regadera de turno.
De esta guisa se lo encontró Larissa dos minutos después. Empapado y lleno de barro hasta las cejas 4. Como es natural no puedo evitar cachondearse de él:
-¿De dónde sales, monstruo del lago? –dijo Larissa con una imaginación digna de un borracho-.
-Ja,ja .dijo agriamente Matt- Pues que sepas que si hubieras venido antes no estaría calado y embarrado con mis treinta y ocho y medio de fiebre.
-¿Treinta y ocho y medio? –Preguntó preocupada- Menos que me he retrasado en casa.
Y hurgando en la mochila para luego decir:
-Toma te sentara bien. Me la iba a reservar para la clase de matemáticas, pero si quieres puedes tomar algo.
-¿Qué es?- pregunto el chico-.
-Corteza de sauce, mejor dicho, infusión de corteza de sauce. Te sentara bien.
-¿Lo qué? ¿Tú me quieres envenenar? –dijo dando rienda suelta a su paranoia-
-Bah si no quieres me lo guardo –respondió Larissa recogiendo el termo-
¿Y cómo no? El camino al instituto volvió a transcurrir con los incidentes habituales. Aunque en esencia el día había resultado beneficioso para ambos. Matt no había recibido más de dos palizas y Larissa se sentía orgullosa de su infusión de sauce.
Así que con esto os podéis hacer más o menos una idea de la rutina de estos dos. Así que si queréis algo más de información sobre ellos podéis imaginárosla.
1: Recalquemos el poco probable. Que se filtro en los pensamientos del chaval, creo importante decir que por esa razón introdujo un cuchillo de la cocina en su mochila… de todos modos no iría a gran sitio con eso. Había cogido uno de untar mantequilla sin darse cuenta.
2: Probablemente producto de su calenturienta imaginación, ya de por si fuerte, y ahora disparada por el catarro que pilló esa noche por haber dormido destapado.
3: Más bien el chorrito de alcohol que su padre deslizo en su zumo de naranja pensando que era su coctel matutino.
4: Literalmente. No me alegro de que no llevara gafas. Podrían haberse roto.