sábado, 27 de agosto de 2011

Eiloc: Presentacion de Camthaliön 4ª Parte

A los cinco minutos, el miedo de los adultos era palpable  en el aire. No es que temiesen que la mujer les hechizara, o robara a sus niños. A fin de cuentas eran relativamente normales las brujas que pasaban por la ciudad y no se molestaban en usar sus poderes. El problema radicaba en que en el fondo temían a lo desconocido. Y ellos acaban de ver magia en acción. Que por muy débil que fuera siempre necesita concentrar altos nivel de energía para trastocar la realidad.
Y es que en un pueblo acostumbrado a las supersticiones. No pasa por alto el aullido de los perros, en la medianoche, ni el vuelo de los cuervos en forma de uve, como tampoco permite que los gatos negros pueblen sus calles. Razón, por la cual esta vez tampoco lo tacho de paparruchas.
Los perros, entonaron su canción. Los cuervos se elevaron de los pegajosos campos de malvas que son los cementerios. Y los gatos negros salieron a las calles.
¡Imaginad el revuelo montado! Tenemos varios ignorantes intentando pasar a la acción de la forma más organizada posible, correteando de un lado a otro, santiguándose y buscando la Iglesia más cercana. La muerte sobrevolaba los edificios de la ciudad. Ningún lugar estaba a salvo, los campanarios tañían sus campanas, al son del fuego iniciado a la desbandada por los campesinos.
Los rumores se propagaban al ritmo del fuego, mientras uno lamia y destruía las casas hace poco serenas. Los otros, no lograban ponerse de acuerdo en cuan de espantosa era la mujer. Unos decían que era hija del mismísimo Satanás, mientras que los otros hablaban de una trágica historia de amor que acabo con la muerte de la joven, dándole poderes de ultratumba para consolidar su venganza y desfigurando su rostro cada luna llena.
Los durmientes, salieron del amparo del hogar a las frías aceras, aún en camisón, y los que pudieron con algo de ropa o dinero encima. Los llantos de los niños y las mujeres rasgaban el cielo como si se tratasen de saetas. Más de un pequeño murió asfixiado por el humo esa noche. Tal era la impotencia de los habitantes de la ciudad
No tardaron en oírse lacónicos rezos y oraciones a los diferentes dioses, el compas de estos era marcado por la acuciante necesidad de encontrar un camino entre las llamas para poder ir al rio del bosque. Pese, a las múltiples promesas y ofrendas recibidas en forma de vidas, los dioses deberían estar riéndose de esos mortales. Asustados por el equivalente medieval a unas gafas de visión nocturna.
El olor a carne asada impregno la ciudad, con un tétrico humor negro. Hacía meses que los habitantes no podían costearse un banquete como el que les ofrecía la antropofagia en esos instantes.
El caos era el verdadero rey de la ciudad. La muchedumbre, enfurecida y atemorizada buscaba la manera de salir de este infierno. Mientras que los más pobres y desgraciados intentaban aprovecharse de las casas desprotegidas saqueando los objetos de valor, encerrándose así en su propia mastaba de lujo derretido y carne quemada.
Los inmortales despertaron al son de las campanadas. Controlados por sus instintos asesinos y su eterna sed. El fuego los había despojado de las artes de seducción y el misterio que los caracteriza. Ahora se habían convertido en vulgares asesinos, que no eran capaces de controlarse. Mientras que algunos corrían en dirección contraria al fuego, otros procuraban alimentarse del primer desgraciado que se cruzase en su camino. Las calles recibieron un baño de sangre que no recibieron desde su construcción, a manos de esclavos.
Los hijos de la noche, degollaban a vírgenes y madres por igual, sin importarles el status o condición social. Solo ansiaban el líquido que calmaría su constante sed. Muy pronto la población quedo diezmada, por los asesinos nocturnos. Que ahora no se contenían y se deleitaban clavando sus uñas en gargantas ajenas. O mordiendo alguna vena. Los pocos que aun mantenían la compostura, disfrutaban dando tajos en las espaldas de victimas que eran empujadas hasta ellos en una vorágine de violencia. Y luego, lentamente, para prolongar el tortuoso sufrimiento y el deleite previo a la alimentación. Poco, a poco, muy lentamente. Estiraban de la piel, hasta transformar a sus víctimas en una mole de músculos que chillaban y pidieran que acabaran con sus vidas. Teníamos vampiros de todos, los estilos, desde los sádicos antes mencionados, hasta los “humanos” que intentaban escapar junto a sus familiares humanos, pasando; como no por los que preferían crear progenie.
Fue en el momento de mayor violencia vampírica. Cuando el viento aulló entre las grietas de los edificios robándoles el calor a los vivos y enfureciendo a los vampiros. Cuando las llamas se propagaron por la ciudad, y alcanzaron el bosque. El límite de la frontera entre el rey vecino y la ciudad en llamas.
Como es natural el horror no dejo indiferente a Camthaliön. Quien con un vampiro pisándole los talones. Tomo la más afortunada decisión de su vida 1. Cruzar las llamas. Estuvo cerca de un minuto dudando, pero quemarse era mejor que morir desangrado 2. En apenas un instante, el futuro Archimago, saltó, entre las llamas. Sorteando gran parte del muro de fuego y dejando que el vampiro se quemase, pero quedándose a la mitad del mismo.
El simple hecho de intentar gritar de dolor, le era imposible. El dolor era aun más acuciante si movía cualquier musculo que no fuera estrictamente necesario. Rápidamente y sin siquiera pensarlo, rodo, por la arena, para apagar el fuego. Aun sabiendo que arrastrarse por el suelo le dolería bastante.
Y fue allí, donde poco, a poco, gimiendo como buenamente pudo, fue cediendo, hasta perder la conciencia.
1: Principalmente por que le permitió prolongarla
2: Como nota curiosa: Dudo que ahora mismo hubiera elegido igual. El robo de vida por parte de un vampiro es bastante placentero, para ambos individuos. “Donante” y receptor. Debido a una toxina segregada por los vampiros, a fin de evitar que la victima intente escapar.

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