Con la ropa alborotada y mientras se intentaba colocar la
corbata apareció su jefe en su cubículo, tirándo en un descuido la foto del
hijo de Gabriel. Le dijo:
-García, tenemos… tenemos que hablar de lo sucedido. Puede
tomarse el día libre hoy; venga conmigo a la cafetería.
Normalmente Gabriel habría aceptado un día libre sin dudarlo.
Pero en su estado esperó unos segundos para responder; segundos que no fueron
contados por ser interminables para su superior y brevísimos para él.
-Do … Don Paaaco –hizo un gallo en las “a”´s prolongadas-
nada .. nada me gustaría más pero –se repaso los labios con la lengua- hoy
tengo mucho trabajo y no se s…
- Le he dicho que se venga conmigo –reiteró su jefe
levantando un poco la voz y volviendo a ser quien era por un momento-.
-Lo ..lo que usted quiera señor mío.
De modo que Don Paco y Gabriel abandonaron la cuarta planta
y se dirigieron solos a la cafetería en el ascensor. Lugar donde obviamente García
bajo la cabeza y el cerdo trajeado sudoroso que tenía cerca se limito a guardar
silencio y rebuscar en su bolsillo del pantalón.
Cuando llegaron a la segunda planta (cafetería y comedor) el
jefe jefazo saco del bolsillo las llaves de la cafetería y la abrió para ellos
dos. Dio un pequeño empujón a la puerta y esta se abrió estremecida dejando
entre ver una pequeña cafetería a oscuras.
El hombre con mayor cargo no tardo ni cinco segundos en
encender las luces de la estancia para iluminar diez mesas rectangulares
metálicas con sus respectivas doce sillas por cabeza 1. Agrupadas en dos líneas
de cinco mesas sobre las baldosas.
La cafetería era uno de los lugares más apreciados por los
trabajadores. Solía ser acogedora, con olor a cafeína y cierto barullo
agradable… solía.
A esa hora de la mañana, era sombría, fría y gris. Como un
día ventoso que respirase ira y soledad entre las paredes desnudas. Lo que
obviamente no ayudo a que Gabriel se calmase y a qué su jefe se le pasara el
enfado.
Cuando el segundo prácticamente arrancó dos sillas de la
mesa más alejada a la puerta y volvió sobre sus pasos dos veces, la primera
para cerrar la puerta y la segunda para sentarse. A continuación le ordeno a su
subordinado que sirviera dos cafés bien cargados. En cuento lo hizo, García no
tardó en decir:
-Se.. se … se .. se, se, se .. señor .. –una breve pausa
para coger aire- tengo un trato que ofrecerle.
- Sorpréndeme gusano chupatintas- bufó su jefe sin ocultar
su amor hacia él-.
-Me imagino … que usted –breve pausa para aflojarse la
corbata sudorosa- sabe mi situación económica.
-Sabrá –le corrigió su jefe, para luego seguir-. Pues no, ni
me se tus miserias ni me importan realmente, pero me imagino que me las vas a
contar –añadió con la misma mueca de quien chupa un limón-.
-Pues .. –se armo de valor en este punto, tanto que se
levanto de la mesa 2- ¿sabes 3? No sé si te importa. ¡ Pero a quien si le
importa que hagas con otras mujeres es a tú esposa ¡–dijo García levantando la
voz-
-Chiist ¿Quieres que nos despidan a los dos? –Dijo mientras
acercaba su cara de jefe jefazo a la del oficinista- Siéntate tranquilamente y
hablaremos.
Después de un par de miradas tensas demasiado tensas para
describirlas en este relato. Paco consiguió que el señor García se sentra
frente a él en la cafetería.
Ambos removieron el café con la cucharilla y lo bebieron.
Don Paco con monotonía y lentitud. Y García el oficinista lo hizo lentamente y
con una sonrisa en la boca como si disfrutará de esa sensación de poder.
Cuando dejó la taza en la mesa de un golpe, dijo:
-Bueno te lo resumiré – se limpio la boca con la manga de su
camisa- necesito dinero para seguir viviendo y criar a mi hijo.
Paco tardó unos segundos en procesar la información. Era la
primera vez que alguien se atrevía a pedirle un aumento en todo su tiempo en la
empresa. Y menos aún se lo habían pedido en esas circunstancias en las que le
era imposible negarlo. De modo que intentó dar un rodeo a continuación de cerca
de minuto y medio en tenso silencio :
-Bueno …. Gabriel, usted sabe … como está la empresa
actualmente –breve pausa para ahora ser él el que se aflojará la corbata- Si .. Dispusiéramos de un par de meses ..
tres como mucho .. podríamos disponer de efectivo suficiente para …
En ese momento de duda lo interrumpió su empleado, diciendo:
-Me repito –otro breve parón para formar una sonrisa
siniestra- creo que su mujer tardaría menos de tres meses en pedir el divorcio.
Después de ver como por primera vez en su vida Gabriel perdía
los estribos, no se achantaba ni se dejaba intimidar. El jefe jefazo se arranco
la corbata de su cuello y la dejo en la mesa diciendo simplemente:
-Jooder … -paro un momento para inconscientemente echarse la
mano al bolsillo - ¿cuánto necesitas?
- Un aumento, no quiero que me des un dinero y se acabe.
–Esbozó una sonrisa maquiavélica de autoconfianza- Creo que amos a ser amigos
durante mucho tiempo.
La única respuesta de su jefe fue dejar una tarjeta de
visita blanca con letras negras y perfectamente recortada en la mesa. Con tanta
fuerza que más bien pareció que en lugar de un recorte de cartulina impreso
dejaba una pila de libros.
Después de dejar el rectángulo de cartulina blanca estampado
en la mesa. Simplemente se fue dejando a solas a García y su número de
teléfono.
1 Bueno, en lugar de cabeza, por cada cuatro patas
2 Me imagino que por fin habría explotado
3 Hizo un hincapié residual de su levantamiento en ese
“sabes”