martes, 17 de julio de 2012

Madness: Cap 4)


Con la ropa alborotada y mientras se intentaba colocar la corbata apareció su jefe en su cubículo, tirándo en un descuido la foto del hijo de Gabriel. Le dijo:
-García, tenemos… tenemos que hablar de lo sucedido. Puede tomarse el día libre hoy; venga conmigo a la cafetería.
Normalmente Gabriel habría aceptado un día libre sin dudarlo. Pero en su estado esperó unos segundos para responder; segundos que no fueron contados por ser interminables para su superior y brevísimos para él.
-Do … Don Paaaco –hizo un gallo en las “a”´s prolongadas- nada .. nada me gustaría más pero –se repaso los labios con la lengua- hoy tengo mucho trabajo y no se s…
- Le he dicho que se venga conmigo –reiteró su jefe levantando un poco la voz y volviendo a ser quien era por un momento-.
-Lo ..lo que usted quiera señor mío.
De modo que Don Paco y Gabriel abandonaron la cuarta planta y se dirigieron solos a la cafetería en el ascensor. Lugar donde obviamente García bajo la cabeza y el cerdo trajeado sudoroso que tenía cerca se limito a guardar silencio y rebuscar en su bolsillo del pantalón.
Cuando llegaron a la segunda planta (cafetería y comedor) el jefe jefazo saco del bolsillo las llaves de la cafetería y la abrió para ellos dos. Dio un pequeño empujón a la puerta y esta se abrió estremecida dejando entre ver una pequeña cafetería a oscuras.
El hombre con mayor cargo no tardo ni cinco segundos en encender las luces de la estancia para iluminar diez mesas rectangulares metálicas con sus respectivas doce sillas por cabeza 1. Agrupadas en dos líneas de cinco mesas sobre las baldosas.
La cafetería era uno de los lugares más apreciados por los trabajadores. Solía ser acogedora, con olor a cafeína y cierto barullo agradable… solía.
A esa hora de la mañana, era sombría, fría y gris. Como un día ventoso que respirase ira y soledad entre las paredes desnudas. Lo que obviamente no ayudo a que Gabriel se calmase y a qué su jefe se le pasara el enfado.
Cuando el segundo prácticamente arrancó dos sillas de la mesa más alejada a la puerta y volvió sobre sus pasos dos veces, la primera para cerrar la puerta y la segunda para sentarse. A continuación le ordeno a su subordinado que sirviera dos cafés bien cargados. En cuento lo hizo, García no tardó en decir:
-Se.. se … se .. se, se, se .. señor .. –una breve pausa para coger aire- tengo un trato que ofrecerle.
- Sorpréndeme gusano chupatintas- bufó su jefe sin ocultar su amor hacia él-.
-Me imagino … que usted –breve pausa para aflojarse la corbata sudorosa- sabe mi situación económica.
-Sabrá –le corrigió su jefe, para luego seguir-. Pues no, ni me se tus miserias ni me importan realmente, pero me imagino que me las vas a contar –añadió con la misma mueca de quien chupa un limón-.
-Pues .. –se armo de valor en este punto, tanto que se levanto de la mesa 2- ¿sabes 3? No sé si te importa. ¡ Pero a quien si le importa que hagas con otras mujeres es a tú esposa ¡–dijo García levantando la voz-
-Chiist ¿Quieres que nos despidan a los dos? –Dijo mientras acercaba su cara de jefe jefazo a la del oficinista- Siéntate tranquilamente y hablaremos.
Después de un par de miradas tensas demasiado tensas para describirlas en este relato. Paco consiguió que el señor García se sentra frente a él en la cafetería.
Ambos removieron el café con la cucharilla y lo bebieron. Don Paco con monotonía y lentitud. Y García el oficinista lo hizo lentamente y con una sonrisa en la boca como si disfrutará de esa sensación de poder.
Cuando dejó la taza en la mesa de un golpe, dijo:
-Bueno te lo resumiré – se limpio la boca con la manga de su camisa- necesito dinero para seguir viviendo y criar a mi hijo.
Paco tardó unos segundos en procesar la información. Era la primera vez que alguien se atrevía a pedirle un aumento en todo su tiempo en la empresa. Y menos aún se lo habían pedido en esas circunstancias en las que le era imposible negarlo. De modo que intentó dar un rodeo a continuación de cerca de minuto y medio en tenso silencio :
-Bueno …. Gabriel, usted sabe … como está la empresa actualmente –breve pausa para ahora ser él el que se aflojará la corbata-  Si .. Dispusiéramos de un par de meses .. tres como mucho .. podríamos disponer de efectivo suficiente para …
En ese momento de duda lo interrumpió su empleado, diciendo:
-Me repito –otro breve parón para formar una sonrisa siniestra- creo que su mujer tardaría menos de tres meses en pedir el divorcio.
Después de ver como por primera vez en su vida Gabriel perdía los estribos, no se achantaba ni se dejaba intimidar. El jefe jefazo se arranco la corbata de su cuello y la dejo en la mesa diciendo simplemente:
-Jooder … -paro un momento para inconscientemente echarse la mano al bolsillo - ¿cuánto necesitas?
- Un aumento, no quiero que me des un dinero y se acabe. –Esbozó una sonrisa maquiavélica de autoconfianza- Creo que amos a ser amigos durante mucho tiempo.
La única respuesta de su jefe fue dejar una tarjeta de visita blanca con letras negras y perfectamente recortada en la mesa. Con tanta fuerza que más bien pareció que en lugar de un recorte de cartulina impreso dejaba una pila de libros.
Después de dejar el rectángulo de cartulina blanca estampado en la mesa. Simplemente se fue dejando a solas a García y su número de teléfono.


1 Bueno, en lugar de cabeza, por cada cuatro patas
2 Me imagino que por fin habría explotado
3 Hizo un hincapié residual de su levantamiento en ese “sabes”

No hay comentarios:

Publicar un comentario