De modo, que con pensamientos de venta y beneficios en mente abandono el campamento con un cacho de pan duro y mohoso y un libro rojo (en otras circunstancias habría cogido una hogaza entera y en buen estado, pero algo en el fondo de su corazón le instaba a dejar aquel libro en su lecho de despojos de la ensalada de anoche). Esta vez no corrió por las calles, ni siquiera ando rápido, estaba ocupado pensando en cuanto podría valer el libro. Porque seamos sinceros, uno no puede ser analfabeto y pretender ser un experto tasador de libros.
Basándonos en el precio del cuero de base podría pedir un precio relativamente moderado prácticamente alto; pongamos unas tres monedas de oro. Si nos fijamos en la cantidad considerable de papel podríamos aumentar el precio hasta llegar a unas cincuenta monedas de cobre extra. Aún así ese precio solo daría para comer bien un mes escaso. Y eso teniendo en cuenta que no intenten rebajarlo.
Ya por la noche pensó que debería pedir más. ¿Qué tal si les saco una moneda de plata en lugar de cincuenta de cobre? Si hago eso puede que pueda dormir dos semanas en una posada. No, eso no me compensaría, debería usar ese dinero en comprarme ropa decente y encontrar un trabajo pero ¿qué puedo hacer yo? Alguien que su ultimo (y único) recuerdo antes de despertarse en las calles es el de unas manos delicadas empujándolo a hasta llegar al extrarradio.
Probablemente me dejen trabajar como monaguillo… aunque mejor pensado eso de no pecar para alguien que vive de los hurtos y las basuras…. No lo veo. ¿Y si fichase de campesino? Imposible, no me creo capaz de pagar impuestos a algún vago, que es más necio que yo.
Visto así parece que mi única salida es pagar para meterme a aprendiz de algún artesano. O ser un vulgar estafador de poca monta que venda crece pelos, filtros de amor, o “haga” milagros. Pero aunque uno haya vivido en la calle, tiene una moral. No puedo timar a los que han sufrido lo mismo que yo, y han recibido el abrazo del frio desde la noche hasta el alba.
Por otro lado podría simplemente comprar comida e ir a vivir junto a los paganos, y los proscritos en los bosques. Si tengo suerte me encontrare con algún guardabosques que me enseñara el oficio… pero bien pensando es la más peligrosas de estas ideas. En los bosques se refugian todos los desechos de la sociedad, bandidos, proscritos, herejes y paganos… Mejor pensado haría mejor en ponerme un cartel en la espalda que ponga:
“Tengo dinero, róbame.”
Fue en medio de estos pensamientos de futuro, cuando Camthaliön se choco contra una figura vestida de negro. Esta le dio un empellón que lo desequilibro y lo lanzo a un charco de barro.
<<Perfecto, ahora tengo un pan mohoso lleno de barro y un libro que. ¡Se ha salvado! –pensó Camthaliön>>
En efecto, el libro se había salvado, pero eso no significaba que fuese suyo. La figura vestido de negro se había apropiado del libro (según el chaval).
- ¡Eh, tú devuélveme mi libro! –grito, levantándose lo más dignamente que pudo-
Como toda respuesta la figura vestida de negro siguió caminando con el libro rojo bajo el brazo, no sin antes arrojar una bolsa de monedas a los pies del chico.
- ¡Que me lo des! – reitero Camthaliön-
El silencio, fue la única respuesta obtenida, esto no tranquilizo al chaval, lo irrito más aun (¡Ese tío se estaba riendo de él!). Y tras coger la bolsa de monedas se lanzo a la carrera. Cuando la figura giro rápidamente la cabeza y vio que el chico perseguía su sombra, no solo no echo a correr si no que se paró en seco, dándole la espalda. Levanto la mano, y no hizo nada mas salvo devolver su brazo a la posición inicial.
El chico, más irritado aún por la vaga respuesta de la persona que tenía delante. Acelero, más hasta, que llego al punto de estar a un palmo del ladrón de su libro. Y al dar un paso, sin explicación aparente se cayó y volvió a comer algo de barro.
Cuando escupió el barro, expulsándolo así de su boca. Vio que tenía una mano completamente blanca tendida frente a él. Parecía como si quisiera ayudarlo. Pero el chico, lleno de rabia le dedico una sonrisa bobalicona y un escupitajo como respuesta. Y se levanto solo sin borrar la estúpida e irritante sonrisa de su cara.
-¿Quieres darme mi libro? –dijo, conteniéndose para no gritar-
Fue, en ese momento. Cuando la figura permitió que el viento empujara la tela que cubría su cabeza. Para así revelar un bello rostro, coronado por cabellos negro, como el tizón, que en contraste con su pálido rostro, le daban el aspecto de un muerto… bueno un muerto, demasiado vivo. Los ojos parecían auténticos pozos en los que las estrellas se reflejaban, iluminando el rostro, de un cariz preternatural.
-¿Tu libro?-respondió una voz femenina y melodiosa- Este libro, no es tuyo, te lo acabo de comprar. –y antes de que le diera tiempo a recomponerse añadió- ¿No es eso lo que querías?
El chico, que no estaba acostumbrado a que le leyeran el pensamiento 1. No se le ocurrió otra cosa que ponerse a gritar a pleno pulmón:
-¡¡BRUJA!! – breve pausa para recuperar aire después de su monumental aullido- ¡Es una bruja!
-Idiota –masculló la mujer-
Dicho esto, la mujer no hizo gran cosa. Salvo, volver a protegerse bajo la capa y la capucha, y proseguir su camino, después de cerrar los ojos un momento y descolgar el farolillo que iluminaba la calle. No tardo en estrellarlo contra el pavimento, al tiempo que dijo:
“Oh ojos negros. Ayudadme a ver, solo una mirada, para que me pueda, yo esconder”.
Al instante, los transeúnte de la oscurecida calle. Sintieron como un ropaje pasaba rápidamente cerca de sus pieles, pero sin siquiera rozarlas.
1: Entenderlo, no solo es la irritación obvia de este encuentro. Si no que además se le suma el ataque psíquico que acababa de recibir